viernes, 3 de enero de 2014

Cuento 8: "FE"

MRA-2014 

FE 

En un segundo su vida cambió. Fue un instante, un cambio drástico, un parpadeo. 
Fé estaba cuidando a sus hermanos pequeños, mientras sus padres estaban fuera, en una casa vecina asistiendo a un velatorio. La fiebre se había llevado al más pequeño de los hijos del panadero, un niño de 3 años, del que Fé apenas podía recordar nada. 
Ella, al ser la mayor de 5 hermanos, los tenía que cuidar, eso era lo esperado y Fé sabía eso, por ello no se quejó cuando su madre se lo volvió a pedir, esta noche, antes de salir de forma apresurada, poco después de que su padre volviera del trabajo.
Fé tenía entonces 10 años. La seguían en edad Tommy con 8, Jon con 6, Carlo con 4 y Edu de 2 años. Fé esperaba que el nuevo bebé que su madre esperaba fuera una niña, pues con 4 hermanos ya tenía bastante. 
Fé apresuraba a los chicos para que se metieran en la cama, prometiendoles leerles un cuento. Con los dos pequeños solo bastaba eso, pero Tommy y Jon querían seguir jugando, ahora que los padres no estaban, y por supuesto, con ellos dos Fé no tenía tanta autoridad. Así que, refunfuñando, subió a la parte alta de la casa cargando a Edu y llevando de la mano a Carlo, pero no llegó al segundo piso, porque el mundo se desplomó ante sus ojos. 

En la peninsula ya habían tenido terremotos antes, pero nunca como este. Nunca un terremoto había tragado arboles enteros, levantado montes donde no había y redecorado por completo el pueblo del Valle de Potrillos. Un desastre de tal magnitud habria aterrorizado a un adulto, pero Fé solo tenía 10 años y 4 hermanos que cuidar. 
Cuando pudo ponerse en pie descubrió que su hermano Edu aun seguía en sus brazos, todo lleno de polvo y escombros, con cara de espanto pero a salvo. Escuchó el llanto de Carlo en algun lugar bajo la escalera y los gritos de Jon, pero no escuchó nada de Tommy. Aturdida como estaba, no podía pensar en nada. El instinto hizo que se moviera lentamente, pero aun así tuvo que salir de entre los escombros con miedo a estar pasando sobre alguno de los chicos, pues no podía ver casi nada debido al polvo. Aferró a Edu contra su pecho y se abrió paso hacia el lugar donde antes estaba la puerta y ahora solo había un gran hueco por el que entraba aire fresco. Y ella necesitaba respirar.
La noche estaba llena de gritos. Fé apenas lo notó, pues al salir vió que frente a ella, en donde se estaba celebrando el velatorio, no quedaba nada, sino escombros, fuego y olor a pan quemado. 
-El horno debía estar encendido- dijo, sin pensar, mientras sus ojos lloraban lo que su alma no podía comprender aún. 
-Mamá prometió traernos pan para desayunar... -dijo una voz temblorosa a su espalda. Fé sintió alivio al escuchar a Carlo, pero aun no podía moverse. 
-Ya no habrá pan, tonto- le reprendió Jon, sacundiendose el polvo y gritandole. 
Fé aún no se atrevía a mirarles. 
-Ni pan ni nada... -replicó la voz de Tommy, ahogandose entre sollozos- ni siquiera papás... 

Como si entendiera, ese momento escogió Edu para llorar. Lloraban todos, los 4 chicos y la hermana mayor: uno en silencio, dos a berridos, uno con coraje y la niña con rencor. 
Fue una noche larga y solitaria, pues los sobrevivientes tenían sus propios muertos que llorar. Y había realmente pocos sobrevivientes en esa zona del pueblo pues la mayoría habían estado en el funeral del chico de la panadería, pero muchos otros habían muerto en sus propias casas, sobretodo los más viejos. 
Esa noche Fé no durmió. Edu se quedó dormido entre sollozos. Carlo lo siguió poco después. Jon quería volver a la casa derrumbada a buscar sus cosas, pero Tommy lo retuvo y se estuvieron peleando un rato, luego se quedaron sentados y Fé no supo en que momento se durmieron, solo que dejaron de hablar... y ella seguía viendo como ardía la panadería. 
Así los encontró el sol y así mismo el primer vecino que pasó cerca.